domingo, 31 de julio de 2011

Impasible

Un oso de peluche gigante la acompaña sentada en un sillón negro. Mira hacia la televisión, el oso, mientras ella lo observa. Parece feliz, dentro de ese suave envoltorio de peluche, mirando constantemente al frente, sin miedo, con una sonrisa en la cara. O más bien en el hocico. Sonríe y se acerca a él, lo acaricia y le susurra algo al oído. “Tienes suerte, cariño, no escuchas, no ves, no sientes”. Le da un beso en el hocico peludo, se levanta del sillón y sale por la puerta, cerrándola a su espalda.
Cuando la puerta se cierra él borra su sonrisa y se desploma, cansado, sobre el sillón. ¿Suerte? Escucho todo lo que me cuentas, y todas las desgracias que grita el televisor. Veo cada segundo de tu vida en tus ojos cansados, y casi nunca es agradable. Y lo siento todo, todo lo que puede sentir un corazón de peluche acostumbrado a ser tu confidente y tu amigo, tu sonrisa cuando te encuentras sola. Y mientras tanto, no puedo moverme. No puedo contestarte cuando me preguntas qué vas a hacer con tu vida y tengo que mantenerme impasible cada noche que te veo tirando tu vida a la basura, esnifando ese sueño blanco que tú crees que te hace más feliz. Y no puedo llorar. No puedo dejar una sola lágrima, al menos cuando tú estás delante, aunque a veces descubras tu sillón empapado por las mañanas y le eches la culpa a una ventana que cierra mal. ¿Suerte?

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