domingo, 31 de julio de 2011

Estrella

Estaba completamente sola, asustada, y apareció ella. Siempre me ha dado miedo la soledad, la sensación de no tener a nadie ahí dispuesto a escucharte. Las tardes de sol que pasas encerrado en casa, con la única compañía de la televisión. Ese pánico es lo que me lleva a ser, quizá, demasiado extrovertida. A hablar con todo el mundo, hacer amistades en todos los lugares y a confiar, la mayoría de las veces de forma equivocada, en un número demasiado alto de gente. Y después de todos mis esfuerzos ahí estaba, de nuevo, sola como el primer día. Ninguna llamada en el móvil, nadie que diera un timbrazo en la puerta de mi casa. Ella estaba tan asustada como yo y me la encontré por casualidad. Después de tanto tiempo sin verla, sin oírla, coincidimos en el mismo vacío y, qué suerte, al mismo tiempo. En el mismo segundo de amargura. Y fue una especie de salvación. Me sacó de casa, me alegró el oído con su voz cantarina y me llevó a bailar bajo la lluvia y a disfrutar del sol de noche. Y a ir de cañas. Y a ver una buena película en el cine. Y a aprovechar el tiempo. Un día, sin querer, me descubrí besándola. No sé cómo pasó, de verdad, simplemente fueron nuestras bocas las que por un momento, decidieron tomar el control de la situación. La miré también con otros ojos. También me observé a mi misma con otros ojos. Me fijé, en que, de repente, ya no tenía miedo. Ya no estaba asustada ni me sentía sola. Estaba allí, aquella estrella consolándome. Quién lo iba a decir, después de tantos años buscando el sol…

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