domingo, 31 de julio de 2011

Huye

Clac.
Un ruido sordo, seco. Resonaba por toda la habitación el eco de aquel disparo. Si se paraba a escuchar podía sentir también una caída, el sonido de una respiración que se apagaba, cada vez más débil. Observó con los ojos borrosos aquella pared que tenía enfrente. Los zapatos de niño bien que lo esperaban obedientes, al otro lado de la cama. Su traje de chaqueta, que iba a estrenar mañana. Iba. Porque no sabía por qué, intuía que ya no sería así. En el suelo, si torcía un poco la mirada, veía un pequeño charco de color oscuro, rojo, negro… que iba invadiendo el suelo de la habitación. Sonrió. Sentía tanto frío… y tanto alivio. Por fin, todo se acababa. Aquellos segundos se le estaban haciendo eternos.
De repente, la puerta se abrió. Unos pies corrieron hacia él, que ya casi no veía, se agacharon a su lado, y alcanzó a ver aquella cara que, llorando, le suplicaba que volviese, mientras intentaba alzarlo en el aire. Ella no sonreía. Mierda, algo en aquel plan había salido mal.
María…

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