jueves, 10 de noviembre de 2011

Los dedos cansados

Ya se hace de noche a las 7… ¿Qué adelantas sabiendo mi nombre? Cada noche tengo uno distinto… Sabina le canta con la voz marchita y la invita a champán. Y ella, cansada, se deja llevar… Peor para el sol… Sí, peor para él que se esconde antes de tiempo. Cierra los ojos y recuerda cómo él le besó hasta la sombra mientras ella hacía un desfile de moda en ropa interior. Debería haberle hecho caso al cantante cuando dijo que, aunque no hay nada prohibido, no vayas a enamorarte. Hay caprichos que una dama no debe tener. Siente frío en las manos y observa las uñas pintadas de furcia barata que dibujan palabras sobre una mesa vacía. Se mira con tristeza los dedos cansados que algún día dibujaron sobre su piel y que ahora se conforman con buscarse debajo de las sábanas. Cuando suenan las últimas notas de aquella canción se le va la fuerza y sólo la recupera cuando una nueva empieza a sonar. Y se dice con cada acorde de guitarra que quizá es hora de dejar los whiskys por la mañana y volver al café. Quizá es hora, cariño, de regresar al tiempo en el que aún no había empezado a ceder. Pero era tan difícil dejar las medias negras y volver a las faldas largas… Tan difícil como que al día siguiente el sol se pusiera a las diez…

2 comentarios: