miércoles, 5 de octubre de 2011

SANTIAGO

Cientos de personas pululan por la plaza. Casi todos sacan fotos, y me es difícil escuchar una voz que hable mi lengua, a pesar de que estoy en el centro de mi cultura. Un hombre, sentado en el suelo, escribe una postal, de esas que ahora casi no se ven. Letra cursiva, la piel cuarteada por el sol y el pelo canoso. No sé cómo explicarlo pero desde aquí, viendo la catedral, parece que nos hemos quedado estancados en un siglo pasado. El aire huele a piedra, a humedad, a nuevos recuerdos, idas y venidas. Una gaita suena a lo lejos. No hace falta más. Será por la lluvia interminable y triste, por la piedra que lo inunda todo o por el espíritu de una ciudad que nunca duerme, abierta al mundo, invadida por extraños y aún así única, fiel, antigua. Será por los ecos de un pasado eterno, pero Santiago tiene algo especial. Al fondo, una pareja se besa bajo los arcos. Como tantas otras lo habrán hecho.

1 comentario:

  1. Santiago tiene el poder de a veces hacerme querer salir de allí corriendo, y otras me quedaría horas y horas sentada en esas maravillosas calles llenas de historia!

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