martes, 14 de febrero de 2012

Un 14 de Febrero y la vieja loca de los gatos

Ella lo había querido durante años.

Le había inspirado las canciones más bellas y las historias más tristes. Durante todo aquel tiempo, se había dedicado a soñarlo sentada en su sofá, escribiendo y escribiendo. Y aquel 14 de Febrero, cuando se despertó, se dio cuenta triste de que su ático estaba lleno de hojas. Cientos de historias inacabadas, poesías aquí y allá. Casi no había un hueco que estuviera vacío de él. Estaba en la puerta de la nevera, junto a los post-its que decían “comprar leche”, y encima de la mesa, mezclado con todos aquellos regalos sin abrir. Se levantó y los acarició, uno por uno, recordando cada año que los había comprado y cómo nunca se había atrevido a mandárselos. Se miró en el espejo. “Yo seré la vieja loca de los gatos”, había dicho riéndose cuando de joven, le tenía miedo al compromiso, e iba viendo como sus amigos se hacían felices formando parejitas. Miró con tristeza a su reflejo. Allí estaba, más vieja, menos sonriente, hundida en sus propias cavilaciones. Le había dado tanto pánico enamorarse que había huido de cada oportunidad, y a cambio, se había dedicado a soñar despierta.

En la calle sonaba una canción romántica, y cuando se asomó a la ventana pudo ver a un chico que, desde el coche, le ofrecía a una joven un ramo de flores. Qué cursi. Y qué envidia…

Lo recordó. Su piel morena. Su forma de bailar. La sonrisa absurda y todas sus imperfecciones, tan perfectas. Lo nerviosa que la había hecho sentir cada vez que estaba cerca.

Y también recordó que, el día en que todo se hizo perfecto, ella había huido. Se había escondido en sí misma, alejándose de él, pese a sus súplicas, a su cariño. Aquel amor le dolía, la asustaba, y ella, cobarde (siempre tan cobarde), se hizo un ovillo y desapareció. Luego, cuando él desistió, ella se dio cuenta de cuánto lo echaba de menos.

Y pasaron los años. Y ella lo soñó casi tanto como respiraba, y él la echó de menos casi todavía más. Pero ella nunca volvió a aparecer, pese a todo lo que él la había buscado.

Ella seguía allí, acurrucada entre las mantas, cuando oyó sonar el timbre. El corazón se le paró y pensó por un instante que todo había cambiado. Que ella no había sido una idiota, que había dejado de soñarlo para dejarlo entrar en su vida, que él había vuelto con una sonrisa.

Corrió hacia la puerta y abrió la mirilla.

Las notas de un piano sonaron a lo lejos, tocando una canción de Willie Colón…

1 comentario:

  1. Willie Colón? Si que has ido atrás en el tiempo. No lo conocía.
    Siempre me sorprendes.

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